terça-feira, 14 de fevereiro de 2012

La revolución verde dólar: Cómo engordan los agronegocios a partir de los bienes públicos



El Grupo ETC, organización internacional de la sociedad civil, publicó un nuevo reporte de 30 páginas que documenta la creciente influencia de las multinacionales de los agronegocios en el sistema multilateral de la alimentación, así como la falta de transparencia en el financiamiento para la investigación agrícola.
Revolución verde dólar: cómo engordan los agronegocios a partir de los bienes públicos, presenta tres estudios de caso, uno sobre la FAO y otros dos que hablan de los Centros del CGIAR (Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional), lo cual señala una peligrosa tendencia que empeorará dramáticamente el problema del hambre. El reporte detalla, entre otras cosas, la intromisión de Nestlé, Heineken, Monsanto, la Fundación Bill & Melinda Gates y la Fundación Syngenta.
“Es inaceptable que Naciones Unidas esté dando acceso privilegiado a las empresas agrícolas para alterar sus políticas sobre agricultura”, dijo Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC, quien ha seguido el tema de la alimentación por 40 años. “Es ridículo que las organizaciones clave, responsables de la investigación agrícola, no brinden información creíble sobre el alcance de la participación de las corporaciones en su trabajo, y que el patrocinador más grande del CGIAR —quien da 89 millones de dólares— aparezca en sus listas con el nombre “Misceláneo”. Los gobiernos y los secretariados de Naciones Unidas han olvidado que su tarea principal es servir al público, no a las corporaciones.”
El reporte muestra que las empresas multinacionales buscan su rentabilidad futura en las “economías emergentes”, y cuenta cómo enfilan sus baterías hacia instituciones internacionales que han trabajado silenciosamente en el Sur global por medio siglo. Sin embargo, este nuevo interés de las corporaciones en las agencias de Naciones Unidas está causando una enorme confusión de mandatos, pues las compañías demandan que la política internacional de la alimentación se re escriba para reflejar mejor sus intereses y privilegiar que accedan al germoplasma del dominio público. Las instituciones públicas se hacen de la vista gorda cuando los oligopolios de la agricultura perjudican a la economía campesina.
“Las instituciones públicas relacionadas con la alimentación y la agricultura tienen el mandato de apoyar a quienes padecen hambre. Los gobiernos necesitan enfrentar los conflictos de interés, ya sean grandes o pequeños, comenzando con investigar los vínculos entre el sector público y privado, a nivel internacional, en la alimentación y la agricultura. Hemos comenzado una conversación sobre este tema con funcionarios de Naciones Unidas. Esperamos que la investigación realmente ocurra,” concluye Pat Mooney.
Para mayor información
Pat Mooney, ETC Group (Ottawa), etc[[at]]etcgroup.org; +1 613 241 2267; celular: +1 613 240 0045
Silvia Ribeiro, Grupo ETC (Ciudad de México), silvia[[at]]etcgroup.org; +52 55 5563 2664; celular: +52 1 55 2653 3330
Para descargar el informe completo (formato PDF) haga clic en el enlace a continuación y descague el archivo:


Breve historia de la Revolución Verde dólar

Aunque los esfuerzos por atraer a los agronegocios han alcanzado un nuevo máximo, los vínculos de la FAO y el CGIAR con el sector privado no son nuevos ni motivo de sorpresa. Addeke Boerma, quien se convirtió en Director General de la FAO a finales de la década de los sesenta fue, además de anterior Ministro de Agricultura en Holanda, un alto ejecutivo en Shell Oil. Cuando se mudó a Roma, lo acompañó un consorcio de 80 empresas de los agronegocios y creó un espacio al interior de la FAO para su Programa de Cooperación con la Industria (ICP, Industry Cooperative Program), el cual se involucró en prácticamente todos los asuntos de la FAO, incluyendo la edición de manuales sobre las ventajas de los insumos químicos. Cuando Boerma fue reemplazado, a mediados de los setenta por el libanés Edouard Saouma, la nueva Dirección General de la FAO —con el respaldo del gobierno sueco— expulsó abruptamente al ICP. El ICP huyó hacia Ginebra, Suiza, y tomó oficinas temporalmente dentro del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en un modesto anexo a cierta distancia del Palacio de las Naciones. El Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim invitó al grupo a Nueva York y persuadió al Administrador del PNUD, Brad Morris, de encontrarles un espacio en la Plaza de Naciones Unidas. En el proceso de transición, el Programa de Cooperación con la Industria cambió su nombre a Consejo Industrial para el Desarrollo (ICD), pero perdió a muchos de sus miembros por el escándalo público. Una de las primeras iniciativas del ICD fue el establecimiento de un programa para el desarrollo de la industria de semillas comerciales para promover la disponibilidad de semillas mejoradas en los países subdesarrollados. La iniciativa fue apoyada por Royal Dutch/Shell y CIBA-Geigy (ambas empresas emprendieron la adquisición de numerosas empresas semilleras durante esa década) y operó desde las oficinas centrales de Shell en Inglaterra. Al parecer, la publicidad negativa —especialmente a inicios de los ochenta— alejó finalmente a Shell y a CIBA-Geigy y el propio ICD se desvaneció poco tiempo después. La actitud volvió a cambiar en la FAO, cuando el senegalés Jacques Diouf asumió la Dirección General en 1994. Ansioso por auspiciar la primera Cumbre Mundial sobre Alimentación en 1996, Diouf redactó una carta que debía ser enviada a las mayores empresas alimentarias, solicitándoles donativos por millones de dólares para asumir los altos costos de la Cumbre. A cambio, Diouf ofreció incorporar a los directores ejecutivos de las empresas industriales con el mismo rango que a los presidentes y a los primeros ministros de las naciones, permitirles utilizar el logotipo de la FAO en sus anuncios publicitarios y de darles acceso prioritario en el desarrollo de cualquier iniciativa de seguimiento de los acuerdos de la Cumbre. Algunos miembros del staff de la FAO, alarmados por el ofrecimiento de Diouf, contactaron a RAFI (ahora Grupo ETC), quien rápidamente contactó a la oficina del Director General para advertirle que enfrentaría un escándalo generalizado en los medios de comunicación si no cancelaba el envío de la carta. Diouf retiró la carta. Cundieron rumores en ese momento de que Monsanto había ya comprometido un millón de dólares para la Cumbre y que su equipo de relaciones públicas volaba rumbo a Roma para discutir los detalles del convenio, cuando la Dirección General de la FAO dio marcha atrás en su proyecto de recaudación de fondos. Con algunas excepciones, la FAO y el CGIAR han estado siempre más interesados en cooperar con las empresas de agronegocios de lo que éstas han estado interesadas en cooperar con la FAO y el CGIAR. Cuando el CGIAR se vio obligado, a finales de los años noventa, a realizar una tercera evaluación externa de su sistema por la presión de las organizaciones de la sociedad civil, el presidente del Banco Mundial llamó a Whitney McMillan —quien estaba a punto de retirarse como director ejecutivo de su empresa familiar (Cargill), la mayor empresa comercializadora de semillas en el mundo. Cuando se efectuó la primera reunión del panel revisor, McMillan confesó que nunca antes había oído hablar del CGIAR —a pesar de su involucramiento personal vitalicio en el comercio de semillas— sino hasta que le llamó el presidente del Banco Mundial. Con notable buena voluntad, McMillan se limitó a hacer su tarea y desde entonces se convirtió en consultor de otras agencias de Naciones Unidas. De manera similar, el CGIAR creó un Comité del Sector Privado. El presidente del comité, Sam Dryden —quien en 2005 había vendido su empresa de biotecnología (Emergent Genetics) a Monsanto—, nunca pudo descifrar la razón de la existencia del comité, ni cuál podría ser el interés mutuo entre las empresas de agronegocios y el CGIAR. Dryden sólo participó en el comité debido a su preocupación personal por el hambre en el mundo, pero eventualmente renunció y regresó a su actividad de comprar y vender empresas de biotecnología de semillas. Más recientemente, Dryden asumió el puesto de liderazgo en la división agrícola de la Fundación Bill & Melinda Gates. También ICARDA e ICRISAT se han metido en enredos antes.vi En 1998, ambos centros enviaron germoplasma a empresas privadas en Australia y esas empresas invocaron Derechos de Fitomejoradores por el material recibido. Cuando RAFI les informó del abuso cometido, ICRISAT exigió a las empresas retirar sus solicitudes. ICARDA, cuyo subdirector general formaba parte del consejo de administración de una de las compañías australianas, prolongó lo más que pudo el proceso hasta que la presión se hizo insoportable.




http://www.etcgroup.org/upload/publication/pdf_file/ETC_wwctge_ESP_v4Enero19small.pdf

Alquimia catalítica
Con el desarrollo de la catálisis industrial a inicios del siglo
pasado, el empleo de carbón fosilizado se expandió más allá
de la producción de combustibles para ofrecer el ingrediente
central de una miríada de productos (por ejemplo, los
plásticos, los fármacos, materiales, etc.). El auge de la nueva
tecnología industrial hizo su arribo en las décadas de 1950 y
1960, mientras empresas como Standard Oil y Mobil (ahora
fusionadas bajo el nombre de ExxonMobil) inventaron
procesos industriales que crearon el benceno, el cual, a su
vez, condujo al poliéster, las fibras de acrílico (1957), el
polipropileno (1953), al incremento en el rendimiento de
un barril de petróleo en 20% (1963) y —más
significativamente— crearon nuevos procesos de
hidrogenación que expandieron sustancialmente la
producción de amoniaco y fertilizantes (1962), justo en el
momento en que la Revolución Verde se abría paso.
Los científicos y las empresas predijeron con entusiasmo que la
catálisis industrial transformaría el mundo y haría posible
transformar al petróleo en prácticamente cualquier cosa. Los
gobiernos y la industria invirtieron grandes cantidades de
capital en la investigación dedicada a la catálisis pero, para la
década de 1970, no estaban más cerca de descubrir cómo
ésta funcionaba realmente. Aunque con frecuencia se hacía
referencia a la catálisis como alquimia o magia, la tecnología
de punta se estancó y el interés de la industria se orientó a
otras actividades. Los procesos catalíticos siguen siendo
parte fundamental de la industria petroquímica y todavía se
realiza algo de investigación sobre ellos, pero el “milagro”
que alguna vez se pensó que sería capaz de transformar todo
tipo de materiales se ha desvanecido.
El misterio que rodea al fenómeno de la catálisis no es
diferente del que rodea a la nanotecnología en la actualidad.
Así como las reacciones químicas se aceleran en presencia de
un agente catalizador —de manera aparentemente
mágica—, las propiedades de los elementos cambian a
medida que nos acercamos a la nanoescala y continúan
cambiando mientras más pequeñas son las partículas.
Después de haberse invertido más de 50 mil millones de
dólares en la nanotecnología, no existe aún una definición
global, ni una comprensión clara respecto a cómo se
comportarán los nanomateriales, ni mucho menos una
supervisión regulatoria amplia de esa tecnología.
La nanotecnología —la tecnología milagrosa de la primera
década del siglo XXI— puede mantener su papel en los
sectores de la energía y la manufactura, pero es muy poco
probable que tenga el impacto revolucionario que se espera
de ella en la gran transformación tecnológica verde del
mañana.
El desaliento de la energía eólica
La energía eólica es real y su potencial enorme. Pero esto no
constituye ninguna novedad. Los chinos, los persas y los
árabes aprovecharon durante miles de años el poder del
viento. La industria industria avanzó mucho en el
mejoramiento de la eficiencia de las turbinas de viento
durante el siglo XIX, pero a medida que el motor de
combustión interna y la generación de hidroelectricidad
colocaban a la vanguardia, la noción de una autosuficiencia
energética local fue desvaneciéndose.
La crisis del petróleo en los años setenta provocó el
resurgimiento en el interés por la energía eólica y en los
subsidios gubernamentales. Estados Unidos (de manera más
notable el estado de California) y Alemania destinaron
enormes sumas de dinero a programas de investigación
gigantescos, de alta tecnología y controlados desde arriba
para el desarrollo de la energía eólica. En contraste,
Dinamarca tomó las cosas con calma, desarrolló la
tecnología desde abajo y, de manera continua, ajustó el
diseño de la tecnología a partir de la experiencia. Entre 1975
y 1988, el gobierno de Estados Unidos gastó 427.4 millones
de dólares en investigación y desarrollo de la tecnología
eólica (20 veces más que los 19.1 millones invertidos por
Dinamarca), mientras que Alemania gastó 103.3 millones
(cinco veces más que los daneses). No obstante, los
fabricantes daneses crearon mejores turbinas, aportando el
45% de la capacidad de generación eólica mundial hacia
1990.
A finales de la década de 1980, la industria eólica alemana y
estadounidense se había prácticamente colapsado bajo el
peso de sus desechos tecnológicos. Las únicas turbinas de
viento que prácticamente permanecían de pie y operando en
California al momento de efectuarse la Cumbre de la Tierra
en 1992 eran de fabricación danesa.
Como dice el dicho de los ingenieros: “Si lo quieres mal hecho, lo tendrás mal
hecho”. Para decirlo claramente, el potencial de uso de la
energía eólica es sustancial pero es importante proceder con
cautela, despacio y localmente.


Tamaño de los mercados globales por sector, 2009
Gasto en ventas al por menor de alimentos:  7 billones 180 mil millones
Energía:  7 billones
Químicos:  2 billones 935 mil millones
Alimentos empacados:  1 billón 375 mil millones
Fármacos:  837 mil millones
Minería:  386 mil millones
Silvicultura:  318 mil millones
Fertilizantes:  90 mil millones
Agroquímicos:  44 mil millones
Semillas:  27 mil millones
Farmacéutica veterinaria:  18 millones
Las fuentes de información sobre el tamaño de
los mercados se encuentran en los análisis
individuales de cada sector en este reporte.


Jurásico verde
El retorno de los dinosaurios:
¿una vez más?
Wall Street describe a la industria de la energía como “la
madre de todos los mercados”. Hasta hace 200 años, sin
embargo, la industria de la energía y la de la biomasa eran
esencialmente una y la misma. Calentábamos nuestros
hogares con leña; alimentábamos nuestros caballos
y bestias de arar con paja y alumbrábamos
nuestros caminos con grasa de ballenas.
La máquina de vapor y,
posteriormente, el motor de
combustión interna hicieron virar
a la industria energética del
carbón viviente al carbón
fosilizado, a medida que, primero
el carbón y después el petróleo y
el gas ocuparon el centro de
nuestra economía. Todo lo que
nuestros campos y bosques podían
hacer —descubrimos—, podían
hacerlo los dinosaurios y los alimentos
que ellos alguna vez consumieron (esto es,
el carbón antiguo).
Pero la industria de la energía (incluyendo en ella a la
industria petroquímica) nunca perdió el interés por el
carbón viviente y las fuentes “alternativas” de energía.
ExxonMobil (en ese entonces llamada Standard Oil de
Nueva Jersey) se colocó en la posición de controlar el abasto
al sector agrícola transformando las estaciones de gasolina
en centros de abastecimiento de insumos agrícolas,
incluyendo fertilizantes y químicos. Con la crisis petrolera
de inicios de los setenta, Shell Oil, Occidental Petroleum,
Atlantic Richfield y Union Carbide se movieron hacia el
mercado de las semillas. A fines de la década de 1970 e
inicios de los ochenta, Shell adquirió más de 100 compañías
semilleras y por un corto tiempo se convirtió en la mayor
empresa multinacional de semillas.

En los primeros años de
la biotecnología, las empresas petroquímicas y farmacéuticas
buscaron la manera de monopolizar el carbón viviente, no
tanto a través del control de los cultivos, sino de los procesos
de biofermentación que, según teorizaban, desplazarían la
producción agrícola del campo a las fábricas. El mercado de
la energía, sacudido por la crisis petrolera y las predicciones
del Club de Roma en Los límites del crecimiento, se desplazó
también hacia la energía eólica y la nuclear.
A mediados de la década de los ochenta, se había
marchitado ya la primera economía verde de la industria
energética. Los precios del petróleo cayeron; la
biofermentación demostró ser una tecnología prematura o
imposible, la energía eólica fracasó en su expansión y la
opción nuclear cayó por tierra en la Isla de las Tres Millas y
Chernobyl (véase el recuadro La gran transformación
tecnológica verde). Las grandes empresas petroleras se
deshicieron de sus divisiones de semillas y se lanzaron a
la búsqueda de petróleo en las aguas profundas
del mar. Sólo las empresas químicas como
Monsanto y DuPont (y después
Syngenta) permanecieron en el
mercado de semillas para buscar las
ganancias monopólicas por el uso
de la biotecnología para unificar
sus ventas de pesticidas y
semillas.
Y ahora están de regreso. La
combinación de factores como el
Peak Oil [el agotamiento de las
reservas de petróleo explotables], los
derrames de petróleo de BP y,
especialmente, la alarma generalizada
respecto a los gases de efecto invernadero y el
calentamiento global han vuelto más riesgosa la
rentabilidad futura de los hidrocarburos, con lo que los
dinosaurios están volviendo poco a poco a su hábitat
histórico. Todo lo que el carbón fosilizado hacía, nos dicen
hoy, lo puede hacer el carbón viviente. En lugar de la
biotecnología y la biofermentación, existe ahora la promesa
de la biología sintética de convertir cualquier tipo de
biomasa en cualquier tipo de plástico, sustancia química,
combustible o (incluso) alimento. Hace su entrada la
economía verde 2.0 … o la economía de la avaricia
multiplicada por dos. Las ganancias potenciales de la fusión
del carbón fosilizado con el carbón viviente son enormes. El
mercado global de la energía tiene un valor aproximado de 7
billones de dólares anuales, pero la economía de la biomasa
agrícola asciende a cerca de 7.5 billones de dólares de ventas
anuales. Wall Street se equivocó: si la industria de la energía
es la Madre de todos los mercados, la agricultura (o la
biomasa) es su forraje.




Las diez principales empresas
productoras de alimento
para animales
Según su volumen de producción, 2009
Compañía
(Sede corporativa)
1. Charoen Pokphand Foods PCL (Tailandia)
2. Cargill (EUA)
3. New Hope Group (China)
4. Land O’Lakes Purina (EUA)
5. Tyson Foods (EUA)
6. Brasil Foods (Brasil)
7. Nutreco (Holanda)
8. Zen-noh Cooperative ( Japón)
9. East Hope Group (China)
10. Hunan Tangrenshan Group (China)
Volumen 2009
(Millones de toneladas)
23.2
15.9
13.0
10.1
10.0
9.9
8.7
7.5
6.5
4.



Las diez principales
empresas de
farmacéutica
veterinaria, 2009
Compañía
(Sede corporativa)
1. Pfizer, Inc.
2. Intervet/Schering-Plough
3. Merial
4. Bayer
5. Elanco
6. Novartis
7. Boehringer Ingelheim Vetmedica
(aproximado)
8. Virbac
9. CEVA (aproximado)
10. Vetoquinol
Ventas 2009
(Millones de dólares)
2 764
2 716
2 554
1 400
1 207
1 100
780
670
470
36


Las diez principales
empresas de comercio
de alimentos al
menudeo
Posición / Compañía
(Sede corporativa)
1. Walmart (EUA)
2. Carrefour (Francia)
3. Schwarz Group (Alemania)
4. Tesco (Reino Unido)
5. Aldi (Alemania)
6. Kroger (EUA)
7. AEON ( Japón)
8. Edeka (Alemania)
9. Rewe Group (Alemania)
10. Ahold (Reino Unido)
Total de las 10 primeras
Ventas de los
supermercad
os, 2009
(Millones de
dólares)
191 711
104 290
65 012
63 288
62 268
61 772
52 874
51 625
51 435
48 553
752 829
Participación
de mercado
respecto al
porcentaje
acumulado
de las 10
primeras (%)
25.5%
13.9%
8.6%
8.4%
8.3%
8.2%
7.0%
6.9%
6.8%
6.4%
100%
Número
de
países
en que
opera
15
34
23
14
15
1
9
2
14
10



Las diez principales empresas
de alimentos y bebidas
Posición / Compañía
(Sede corporativa)
1. Nestlé (Suiza)
2. PepsiCo (EUA)
3. Kraft (EUA)
4. ABInBev (Bélgica)
5. ADM (EUA)
6. Coca-Cola (EUA)
7. Mars Inc. (EUA)
8. Unilever (Holanda)
9. Tyson Foods (EUA)
10. Cargill (EUA)
Total de las 10 principales
Ventas de
Alimentos y
Bebidas, 2009
(Millones de dólares)
91 560
43 232
40 386
36 758
32 241
30 990
30 000
29 180
26 704
26 500
387 551
Ventas
totales
(Millones de
dólares)
98 735
43 232
40 386
36 758
69 207
30 990
30 000
55 310
26 704
116 579
547 901
Participación
de mercado
respecto a las 10
primeras (%)
11.2%
10.4%
9.5%
8.3%
8.0%
7.7%
7.5%
6.9%
6.8%
100%


Las diez principales
empresas de
biotecnología que
cotizan en bolsa
Compañía
(Sede corporativa)
1. Amgen (EUA)
2. Monsanto (EUA)
3. Gilead Sciences (EUA)
4. Genzyme (EUA) - Adquirida por
Sanofi-aventis en 2011.
5. Biogen Idec (EUA)
6. CSL (Australia)
7. Life Technologies (EUA) - Constituida
por la fusión de Applied Biosystems e
Invitrogen en 2008.
8. Shire (RU)
9. Celgene (EUA)
10. Cephalon (EUA) - Adquirida por
Teva Pharmaceutical Industries en 2011
Ingresos 2009
(Millones de dólares)
14 642
11 724
7 011
4 516
4 377
3 758
3 280
3 107
2 690
2 192
Variación en
las ventas
respecto a
2008
(%)
-2%
3%
31%
-2%
7%
30%
102%
5%
19%
11%

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